Dentro de cada adulto habita un niño interior que anhela ser escuchado, abrazado y validado. Ese niño guarda recuerdos, emociones, sueños y heridas que, aunque muchas veces no son visibles, siguen influyendo en nuestras decisiones, relaciones y bienestar emocional.
Sanar a tu niño interior no es debilidad, es un acto de amor valiente. Es mirar hacia adentro con ternura, reconociendo aquellas partes olvidadas de ti que alguna vez necesitaron consuelo.